martes, 7 de julio de 2015

Esa fauna que alberga el transporte público

Todos los días me levanto con muy buenos ánimos… no, no es cierto, pero sí casi todos los días. El problema es que casi siempre me encuentro con algún tarado en el servicio público que cree que el mundo gira a si alrededor, siempre de un silencio fingido e hipócrita en vez de tener la delicadeza de mover su humanidad, manteniendo su comodidad en el bus.

Es interesante poder apreciar que la gente no se desprende de su naturaleza por más que se encuentre bien vestida y parezca educada. Cabello corto, bien peinado, maleta (no mochila) al hombro, lentes y, por lo general, traje. Sin embargo, esa apariencia de “gente” termina ni bien llega un bus vacío en la estación de buses y a galopes se lanza para alcanzar nada menos que un lugar vacío que lo llevará de la estación de la Universidad de Ingeniería a Canaval y Moreyra.

Muy fresco, se quedará inmutable ante las quejas de la fémina que atropelló en su carrera por el preciado lugar vacío para 25 minutos de recorrido. Mirará pensativo por la ventana del bus mientras el transporte lo lleva por calles llenas de gente, autos, cielo gris y clima húmedo. Se pondrá los audífonos y sacará su “smartphone” y mientras el reproductor musical hace su trabajo, se pondrá a observar su correo electrónico, sin más cosa interesante que leer que la publicidad de descuentos que llega cada diez minutos.

No habrá quien mire indignado o gire la cabeza en señal de desaprobación, pero no dirán nada, así es, nada. El bus entero mirará asombrado de tal muestra de caballerosidad, pero no dirá nada. Todos seremos cómplices, pero no diremos nada. A lo sumo, alguien a lo lejos vociferará por la malcriadez o falta de cortesía, cómo quieras llamarlo. El resto, mirará, como el infractor de la norma de conducta a través de la ventana, como si no se hubieran dado por enterados, notificados. Pero bien lo dice una norma, te presumirás válidamente enterado cuando el acto adquiera publicidad. Es ese silencio cómplice por omisión el que nos lleva a ser la sociedad que somos, de que vale quejarnos si miramos fuera del bus. 

domingo, 31 de agosto de 2014

Las mañanas en el bus

En las últimas semanas, al ir a trabajo, observé algo que me pareció curioso al principio, pero a medida que pasaban los días me sorprendió. Por cierto, entienda que soy de esos afortunados ciudadanos de a pie que tiene que subir al transporte público para dirigirse a su centro de trabajo, todos los días.

Tal vez por esa monotonía mañanera no me había percatado de algo que en las últimas semanas he observado a diario en los usuarios de transporte público limeño. Por lo menos de los que siguen la misma ruta de quien les escribe.

Las frías y grises mañanas son testigos silenciosos del reclutamiento de miles de limeños que desde muy temprano tiene que madrugar para llegar a sus respectivos centros de trabajo o estudios o lo que sea que hagan por las mañanas. Quizá, por esa misma atmósfera esos transeúntes no se percaten del que viaja a su lado, tal vez ensimismados con sus propios problemas o cansancio. Recuerde esta última palabra.

Uno espera el bus junto a unos treinta (30) individuos más, que el ojo experto aprende a calcular; probablemente en ese ejercicio y lo apremiante de la hora y el tráfico, con el transcurrir de los minutos, lo uno que tiene en mente es: a qué hora llegará un carro.

En ese panorama, y luego de la carrera por el ansiado lugar en el bus y ya camino a mi destino, me pongo a mirar a mis compañeros ocasionales de ruta. Una hora y algo más hasta llegar a mi destino final es tiempo suficiente para mirar a mi alrededor. Una mezcla de perfumes y otros aromas me acompañan en este recorrido que por momentos empieza a aletargarme.

El poco espacio, los empujones de los que suben o bajan nos vuelven a despertar, mientras esperamos que el tiempo pase un poco más rápido o por lo menos que el tráfico no nos haga llegar tarde. Y es curioso que uno a pesar de emprender el viaje mañanero con antelación tenga esa sensación de que no le alcanzará el tiempo para llegar al destino.


Es en este trascurrir del viaje que empecé a notar algo familiar o mejor dicho común en muchos de los viajantes del transporte público, cansancio. El lenguaje corporal lo dice todo, cabeceamos, nos colgamos con un brazo del barandal, nos recostamos en el próximo, nos despertamos al frenar, nos golpeamos con nuestro vecino o, quizá peor, con la silla delante nuestra.

Por lo menos para mí esto resulta preocupante, y es por la frecuencia con la que veo esta escena que me animo a escribir esta situación, que en un ejercicio reflexivo trataré de conectarla con otras situaciones.

Tenga en cuenta que uno en esta ciudad tiene que recorrer, la más de las veces, largas distancias para llegar al trabajo y aguantar el lento movimiento de la hora punta. Recuerde que la mayoría vive en los “conos” de la ciudad, en mi empírica opinión, y, creo además, que hasta para los que viven “dentro” resulta medianamente difícil movilizarse.

Sumado a lo anterior, debemos tener en cuenta los horarios laborales, que en la gran mayoría sobrepasan las ocho (8) horas consagradas en la Constitución. Si le agregamos un pésimo sueldo, condiciones laborales deficientes, y el sin fin de situaciones que a cada individuo le toca vivir, quizá encontremos la respuesta de este mañanero cansancio en los pasajeros del transporte público local.  

Finalmente, mi reflexión es que tal vez esto que relato no sea de gratis. Me refiero que la situación que en esta ocasión cuento sirve para mantenernos ocupados, distraídos, casi hasta ahogarnos, en los acontecimientos cotidianos y, de esa manera, mantener nuestra atención al margen de las cosas que podrían contribuir a cambiar este escenario.  


Tal vez, esta no es una reflexión sobre la ciudad. Es una reflexión de alguien que vive en ella. 


lunes, 9 de septiembre de 2013

Los colores de la Ciudad

En una ciudad donde casi siempre el cielo es monocromático la mejor opción para distraerse se encuentra distrayendo la vista a través de las ventanas de un bus, mientras llegas a tu destino. Es cierto, tal vez muchos no se han dado cuenta, pero la ciudad tiene mucho color, los buses, las fachas de las casas o edificios, los anuncios (sobre todo de concierto del música folclórica) lo demuestran. Y es que a falta de cielo azul, al parecer los limeños no han encontrado mejor cosa que inundar las calles de colores llamativos, por decirlo de algún modo.

Un breve paseo por las avenidas Arequipa o Tacna son prueba irrefutable de este “color”, como manifestación de otras cosas: la forma cómo creció la ciudad, los cambios socioculturales, el número de limeños, la migración, el transcurrir del tiempo. Calles antiguas y representativas de la Lima de antaño poco a poco se fueron mimetizando. Ahora en aquellas avenidas encontramos comercios desordenados, gente ofreciendo servicios diversos, productos, etc. También es muestra de la ausencia del estado en ciertos círculos, y paradójicamente en parte del centro de la ciudad. Pero no se engañe, el centro tal vez represente mejor que cualquier otro lugar de la ciudad ese conflicto entre lo formal y informal de esta sociedad.

Es curioso, al pasear por distritos más pudientes, notamos que se encuentran mejor cuidados, las calles presentan mejor infraestructura y están menos dañadas las autopistas y veredas. Desconocemos si compete a los municipios locales el mantenimiento de esta infraestructura, pero si hacemos un ejercicio empírico, tal vez la afirmación de que el Estado le presta mejores atención a los más acomodados no sería muy descabellada.

Tal vez la reflexión para los limeños sería involucrarse más con los procesos de la ciudad, en repensarla para nosotros mismos, a fin de cuentas, es nuestro hogar.


miércoles, 3 de julio de 2013

Este Lado de la Ciudad

Conocer la Ciudad


Sin ánimo de explayarnos demasiado, como para que se vayan familiarizando con la ciudad, es de indicar que Lima últimamente es una metrópoli muy tugurizada, congestionada; algo que las autoridades de la ciudad han contribuido, tal vez sin querer, pero que revela la casi poca idea del espacio urbano en el que viven y que en su momento, tenían la misión de dirigir, diseñar y ordenar. 


Quizá la reflexión sería algo como esto: Solo puedes entender algo si has tenido la oportunidad de observarlo por mucho tiempo, al punto que finalmente llegas a predecir su siguiente movimiento. Esto no ha sucedido en esta ciudad. Tal vez, el problema tenga una justificación en el trajín al que nos somete y nos obliga a vivir al día, y por lo tanto, no desarrollar afinidad con el espacio público en el que nos desenvolvemos y finalmente, repensarlo. Otro punto a tener en cuenta es que esta ciudad si ha crecido tanto horizontalmente, es por la constante migración que ha venido soportando por lo menos en 50 años, fruto de muchas causas, como el conflicto armado interno, la búsqueda de mejores oportunidades, la falta de desarrollo en otras regiones, el centralismo.

Un ejemplo de que a la ciudad no se le toma adecuadamente el pulso, desde nuestro punto de vista, son las constantes propuestas para disminuir el caos vehicular que acontece en la entrada de lo que se conoce como Lima Norte, es decir, la división natural que ofrece el Río Rímac con los distritos del norte de la ciudad, interconectados por 6 puentes, que en este momento ya no dan abasto a la demanda de transporte en horas punta.


Lo que ha llevado en este momento a la construcción de una infraestructura que demorará unos 3 años en ser culminada y que no aliviará la necesidad de fluidez vehicular inmediata que necesita esta parte de la ciudad. Sin embargo, quien ha tenido la oportunidad de pasar, por ejemplo, por la Av. Perú en San Martín de Porres, y sobre todo si es buen observador, podrá advertir que los urbanistas de aquella zona del distrito ya tenían en mente la necesidad de futuros puentes que interconectaran esa parte de la ciudad y dejaron las bases para ello. A lo largo de la avenida en mención hay una serie de calles que la cruzan perpendicularmente, las cuales finalizan en la ribera del río, y que tienen las mismas características de las calles por las que pasan los actuales puentes.

Y por qué mencionamos esto… el detalle es que en los últimos años no se han conocido iniciativas de transporte relacionadas con este ejemplo. La construcción de nuevos puentes ayudaría a la disminución del tráfico que soportan los puentes ya existentes y que dificulta el pase de un lado a otro de la ciudad. Además, trágicamente, hay que sumar que a la fecha, julio de 2013, el puente que pasa por la Av. Universitaria no existe, debido a la falta de mantenimiento se cayó meses atrás. Lo triste, es que los habitantes de Lima Norte que se desplazaban por aquella zona han incrementado su tiempo de viaje, con los probables problemas de stress o fatiga ocasionado por el palpable incremento del tráfico, ya que ahora hay que utilizar otro puente que soportaba la misma afluencia de vehículos y que es el único y más próximo en acceso. 


domingo, 23 de junio de 2013

La Ciudad

Lima

Antes de hablar de cualquier cosa, hablemos de la ciudad donde nos encontramos, Lima. No es una ciudad moderna ni antigua, lo más justo es decir que es una ciudad que la hicieron avanzar a punta de tropiezos… sin planificarla, sin respetarla, sin cuidarla, sin conocerla. Incluso así, a pesar de que no tiene sol casi todo el año, es húmeda, te da alergia, te roban, etc., tiene su encanto, solo tienes que darle el tiempo para que ella te conozca y sobre todo estar pilas, ya que es una ciudad grande y por lo tanto vas a encontrar de todo, hasta gente que te quiere hacer daño…

Por si no lo has notado, la ciudad se encuentra casi en el medio del litoral peruano, cosas del destino, y desde aquí se deciden las vidas de la peruanidad, centralismo que le dicen. Ahora hablemos de algo más tangible. Si hay algo que caracteriza a la ciudad es el color del cielo, el cual es medio grisáceo, esto tiene un efecto en el paisaje de la ciudad. Quizá también, de manera inconsciente, en el espíritu de sus habitantes, ya que no es lo mismo despertar con un sol radiante y un paisaje que te ofrece un matiz de colores vivos, que despertar en una ciudad que va matizada con el gris de su cielo y que finalmente lo contagia todo. Por ello, si nos estas visitando no te aflijas si despiertas y todo luce opaco. No es culpa de la ciudad, sino del cielo.


A pesar de ello, no hay que negarlo, es un lugar de oportunidades, ya somos muchos los hijos de migrantes que damos fe de ello. También por ello si quieres conocer a este país de un vistazo rápido, debes conocer Lima, lo que implica perderte por sus calles. Es importante recordarte que esta es una ciudad dura;  en ese sentido, no es una ciudad para turistas, sino para viajeros.


A lo que nos referimos en el párrafo anterior es que en esta ciudad encontrarás a gente de todas partes del país, en las oficinas, los restaurantes, tiendas, mercados, supermercados, estaciones de bus, en el bus, en el tren, el taxi; ellos reflejarán el sentir de una sociedad, y como verás, será muy diverso y divertido. Aquí ya están todas las sangres, como dice el título de un conocido libro. Por ello, no te fíes, no siempre será sencillo saber dónde estás, por lo que debes ir tanteando a tus interlocutores, ya que sin quererlo podrías herir fácilmente sus sentimientos. 

domingo, 16 de junio de 2013

Desde Otro Lado del Río

Por qué Desde Otro Lado del Río?

En realidad le quería poner otro nombre al sitio, pero ya me han ganado el registro, así que tuve que acomodarlo. Sin embargo, el título se encuentra relacionado con una parte de la ciudad en la que vivo, Lima.; el río al que hago referencia es el Rímac, el mismo que desde hace mucho tiempo viene siendo protagonista de la ciudad y por el cual miles de limeños a diario cruzan. Poco a poco iremos descubirendo de qué se trata.

La intensión no es una crítica a la cuidad, todo lo contrario. Quizá te invite a escribir a ti también sobre tu ciudad.