En una ciudad
donde casi siempre el cielo es monocromático la mejor opción para distraerse se
encuentra distrayendo la vista a través de las ventanas de un bus, mientras
llegas a tu destino. Es cierto, tal vez muchos no se han dado cuenta, pero la
ciudad tiene mucho color, los buses, las fachas de las casas o edificios, los
anuncios (sobre todo de concierto del música folclórica) lo demuestran. Y es
que a falta de cielo azul, al parecer los limeños no han encontrado mejor cosa
que inundar las calles de colores llamativos, por decirlo de algún modo.
Un breve paseo
por las avenidas Arequipa o Tacna son prueba irrefutable de este “color”, como manifestación de otras
cosas: la forma cómo creció la ciudad, los cambios socioculturales, el número
de limeños, la migración, el transcurrir del tiempo. Calles antiguas y
representativas de la Lima de antaño poco a poco se fueron mimetizando. Ahora
en aquellas avenidas encontramos comercios desordenados, gente ofreciendo
servicios diversos, productos, etc. También es muestra de la ausencia del
estado en ciertos círculos, y paradójicamente en parte del centro de la ciudad.
Pero no se engañe, el centro tal vez represente mejor que cualquier otro lugar
de la ciudad ese conflicto entre lo formal y informal de esta sociedad.
Es curioso,
al pasear por distritos más pudientes, notamos que se encuentran mejor
cuidados, las calles presentan mejor infraestructura y están menos dañadas las
autopistas y veredas. Desconocemos si compete a los municipios locales el
mantenimiento de esta infraestructura, pero si hacemos un ejercicio empírico, tal
vez la afirmación de que el Estado le presta mejores atención a los más acomodados
no sería muy descabellada.
Tal vez la
reflexión para los limeños sería involucrarse más con los procesos de la
ciudad, en repensarla para nosotros mismos, a fin de cuentas, es nuestro hogar.
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